Un pueblo asomado a un río...
La imagen que de un pueblo o de una ciudad transmiten los viejos grabados y dibujos, o las antiguas fotografías, es reconocible por la constancia de algunos elementos singulares: las torres de las iglesias, un edificio notable, algún aspecto relevante del paisaje… Son hitos que permanecen casi inalterables en el tiempo y que nos permiten afirmar que, a pesar del paso de los siglos y de las grandes transformaciones que se hayan podido producir en la fisonomía urbana, el pueblo, o la ciudad siguen siendo el mismo. Esto, que cada vez es más difícil de afirmar en la mayoría de los pueblos y ciudades de nuestro entorno, tiene, tal vez, una clara excepción: Arcos de la Frontera.
La estampa de Arcos, la imagen gráfica que ha perdurado de este hermoso pueblo gaditano, ha permanecido casi invariable, gracias a su peculiar enclave en un impresionante lomo rocoso de arenisca, “la peña”, sobre el que invariablemente, se desparrama su blanco caserío entre el que despuntan las siluetas del Castillo y las iglesias de Santa María y San Pedro. Y a los pies de esta espectacular composición, ciñendo las paredes verticales de “la peña”, el lento discurrir del Guadalete. Siglo tras siglo, con muy ligeras variaciones, esta es la imagen que el viajero tiene de esta ciudad, cuando la descubre después de subir la cuesta de Valdejudíos procedente de Jerez. Una de las más bellas y armoniosas vistas de cuantas pueden contemplarse en nuestro entorno cercano.
No pretendemos ahora recrearnos en esta escena, a la que volveremos en otra ocasión para comentar lo que escritores, poetas y viajeros han dicho de esta ciudad que se asoma al Guadalete. Hoy nos vamos a limitar, con el apoyo de algunos grabados y fotografías entre los que median 150 años, a comprobar el paso del tiempo y sus huellas en un paisaje que, a pesar de todo reconocemos en lo sustancial.
La primera de las imágenes corresponde a un dibujo de uno de los mejores ilustradores y grabadores del siglo XIX, el francés Gustavo Doré, quien dejó para siempre testimonio gráfico de su paso por Arcos y de cómo lo percibió en 1861. Acompañando al barón Jean CharlesDavillier, escritor e historiador del arte, viajará por toda España encargándose de ilustrar las crónicas que éste escribe “por entregas” para la revista de viajes "Le tour du Monde", que por entonces publica la editorial francesa Hachette. Las crónicas serán un éxito y se recogerán unos años después en un libro con el título “l’Espagne". Este “Viaje por España” como será conocido en su versión española, incluía casi 500 ilustraciones de Gustavo Doré, entre las que no podía faltar la de uno de los pueblos más pintorescos y singulares: Arcos de la Frontera.
El grabado de Doré nos muestra en primer plano las alamedas de un Guadalete que debe cruzarse aún por un puente de madera. Pese a que el arquitecto Hernán Ruiz el Joven había dejado diseñadas las trazas de un puente sobre el Guadalete (1544-1567), aún hay que esperar unos años, hasta que Arcos vea en su río un puente de piedra. Doré se recrea en los perfiles del castillo y de Santa María, y nos muestra una “peña” con laderas menos verticales y en las que no se aprecia apenas la vegetación que la cubre en su parte más baja.
Un grabado posterior, realizado más de veinte años después, nos muestra la ciudad desde una perspectiva distinta, pese a lo cual seguimos percibiendo sus marcados perfiles. Este grabado, basado en una obra de “autor anónimo” fue realizado por Rico y acompañaba una crónica deEusebio Martínez de Velasco para La Ilustración Española y Americana (1883), sobre los sucesos de la Mano Negra y la detención en la cárcel de Arcos de varios jornaleros. La escena nos ofrece la imagen del Arcos del último cuarto del siglo XIX, apenas veinte años después de que Dore realizase su dibujo, y en ella se aprecian ya algunos signos de cambios. En primer plano aparece el puente de piedra de San Miguel, de tres arcos, inaugurado unos años antes, en 1868, como queriendo resaltar este nuevo elemento del paisaje urbano del que la ciudad se sentía orgullosa. Las obras de este puente se eternizaron, como queda recogido en una copla popular: “como a la puente de Arcos te tiene que suceder, que trajeron cal y cantos y se quedó sin hacer”. No es de extrañar por ello que el puente se representara en grabados e ilustraciones de la época cómo el elemento más destacado de la ciudad y que, orgullosos de él, una nueva coplilla dijera que: “tres cositas tiene Arcos que no las tiene Jerez, Santa María, San Pedro y el puente de San Miguel”. La alegría duró hasta 1917, en el que fue derribado por una avenida del río. En la imagen se aprecia también el gran desarrollo urbano del Barrio Bajo, en plena expansión, así como los diferentes caminos de acceso a la población.
Tras un salto en el tiempo de casi medio siglo, nos detenemos en otra escena de este mismo paisaje. Es la que se nos muestra en una fotografía realizada a mediados de la década de los veinte del siglo pasado, que hemos tomado de un curioso folleto editado en 1932 por la Imprenta y Litografía de Sucesores de M. Hurtado de Jerez. El folleto, que incluye otras fotografías del río a su paso por Arcos, fue sufragado, con fines benéficos, por D. Genaro Socii García de Veas, y dedicado a D. Miguel Primo de Rivera con motivo de la inauguración de las obras del Ferrocarril de la Sierra en Arcos. Lo más sobresaliente de las imágenes de la ciudad son, sin duda, los caudales crecidos de las aguas del Guadalete, que rebosan con una impresionante lámina de agua por el azud del Molino del Algarrobo que puede verse en el centro de la imagen, reflejado en el río. Se aprecian en esta vista de Arcos las laderas de la peña más cubiertas de vegetación y se adivinan las chumberas que crecían por las laderas. Como hoy.
Las últimas imágenes nos muestran, casi ochenta años después, en2008, como el tiempo ha hecho mella en las laderas de “la peña”, de la que se han desprendido importantes fragmentos y como, pese a la aparición de nuevos hitos en los perfiles de la ciudad (el parador y el balcón-mirador, por ejemplo), aún persisten, con la misma fuerza de siempre, el Castillo, Santa María, San Pedro y el rio. El mismo río en el que se han comenzado a reforestar las riberas y en el que se ha restaurado el azud del molino del Algarrobo. El mismo azud que quedaba oculto en 1932 por las aguas de un Guadalete que ya nunca será el mismo.
Para saber más:
- De las Cuevas José y Jesús.: Arcos de la Frontera. Diputación de Cádiz,1985. pgs. 10-23.
- El grabado de G. Dore, ha sido tomado de Diccionario Geográfico Estadístico Histórico MADOZ. Tomo CADIZ. Edición facsímil. Ámbito Ediciones. Salamanca, 1986. pg. 50. Una de las versiones más conocidas es la recogida en “Viaje por España”, edición de 1949, pg. 350.
- El grabado con el viejo puente de piedra de San Miguel fue publicado en La Ilustración Española y Americana en 1883.
- El grabado que muestra en primer plano el azud rebosante del molino del Algarrobo, ha sido tomado de un folleto editado en 1932 por la Imprenta y Litografía de Sucesores de M. Hurtado, Jerez.
Estimado amigo. Es grato para nosotros que haya encontrado de interés nuestro artículo "Un pueblo asomado a un río", que publicamos hace unos años en nuestro blog "entornoajerez". No nos importa que lo haya reproducido en su estupendo blog, pero la verdad es que nos hubiese gustado que hubiese hecho usted alguna referencia a su procedencia o, cuando menos, un enlace a nuestro blog. Es lo suyo ¿no le parece?. Un cordial saludo: Agustín García Lázaro, www.entornoajerez.com
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